lunes, 17 de octubre de 2011

Pasado


Llegó el día...
Entré por la puerta con un calor insoportable en el estómago. Era imposible disimular la ansiedad.
Entré tomada de la mano del hombre que amaba, esperando encontrar en aquel salón al hombre que alguna vez amé.

La primera imagen del salón fue vacía. Gente conocida, abrazos... besos. Un pasado que se veía ya tan lejano, tan irreal, tan etéreo. Me costaba reconocer aquel espacio como mío. Ya no lo era, era un pasado incómodo y completamente ajeno. Un espacio tan llenísimo de él...

La ansiedad aumentaba. El podría llegar en cualquier momento. ¿y si todavía me hacía sentir cosas? ¿y si alguien más lo notaba?
Imaginé millones de veces ese encuentro: el entró... me miró, observó que alguien me acompañaba en la vida y sonrió.
Fue un saludo corto, un abrazo. Y más allá de la incomodidad del encuentro me agradó.

Después de tanto tiempo, podía sentarme con tranquilidad y observarlo a él. Ver lo que es hoy, lo que ha crecido... lo diferentes que somos ahora, lo distantes que son nuestros caminos. Verlo por el espejo retrovisor, como lo que dejé atrás... lo que se quedó, en algún momento y en algún lugar, cada vez más lejos.

Algo de mi aún siente nostalgia de ese pasado. De lo que vivimos, de lo bonito que fue, de los recuerdos. Y los recuerdos permanecerán, así partamos a lugares distintos... con personas distintas... a perseguir sueños distintos.

Me agrado verte de nuevo, y desde aquí, me despido y te deseo lo mejor.